El Perito Moreno es la más atractiva de las 365 masas de hielo del Parque Nacional Los Glaciares, al sudoeste de la sureña provincia de Santa Cruz, en la Patagonia argentina. En los últimos siete años, la cantidad de turistas de todo el mundo que lo visitaron cada año pasó de 5.000 a más de 500.000, según informa el parque. Las pasarelas que permiten a los visitantes asistir al derrumbe de los bloques de hielo al chocar contra una península son cada vez más imponentes. De los 1.400 m2 que se construyeron inicialmente se está pasando a 4.300 hoy, y hay más circuitos y más anchos para que nadie se quede sin ver. A sólo 80 kilómetros de ese increíble espectáculo, se levanta El Calafate, una localidad que tenía apenas 4.000 habitantes hace sólo una década y que hoy supera los 20.000, sin contar a los turistas que se alojan repartidos entre su casi centenar de hoteles y cabañas de diversas categorías.
Ubicado a unos 3.000 kilómetros al sudoeste de Buenos Aires, El Calafate, además de puerta de entrada al Perito Moreno, es el centro turístico del país que mayor crecimiento tuvo en los últimos años. Pero los ambientalistas están preocupados por este trepidante desarrollo, que ya comenzó a provocar la contaminación del lago que aloja al enorme glaciar. Con la excusa de abrir el abanico de visitantes, se busca atraer a un nuevo perfil de turistas de alto poder adquisitivo y para ello se construyen costosos hoteles y casinos que están cambiando la fisonomía del pueblo y tienen la infraestructura de servicios al borde del colapso. Muchos de los hoteles están construidos en zonas de manantiales y sus redes de aguas servidas son derivadas sin el debido tratamiento a la Bahía Redonda, en el Lago Argentino, donde técnicos de la Asociación Calafate Natural detectaron la presencia de bacterias provenientes de la materia fecal.
Se planea además construir un azud nivelador que mantenga pareja la elevación del agua en la bahía todo el año para convertirla en una pista de patinaje sobre hielo, independientemente de las subidas y bajadas provocadas por el derretimiento de los témpanos que caen lo que impediría que miles de aves aniden y se reproduzcan en el humedal que se conforma en las orillas de la bahía en el período de bajante. Las obras y políticas turísticas vuelven cada vez más complejo el panorama del ecosistema.