El cerro Santa Ana está ubicado en la ciudad de Guayaquil, Ecuador. Se encuentra a orillas del río Guayas, y en el tradicional barrio de Las Peñas. Abarca una superficie aproximada de 13,5 hectáreas, con una población estimada en 4.105 habitantes.1
La Ilustre Municipalidad de Guayaquil generó un proyecto de regeneración urbana que inicio en julio de 2001, dándole a las casas un aspecto más colonial.2 el proyecto se acogió a las estrategias de regeneración urbana más usadas en la actualidad como son: rehabilitación, remodelación, renovación y mejoramiento. Según (Copevi, 1976), estas estrategias pueden vincularse entre sí, pues el objetivo no es únicamente la mejora física de la zona sino las mejoras en el bienestar económico y social.
Desde entonces el Cerro Santa Ana es uno de los puntos de interés turístico más importantes de la ciudad, en un recorrido de 444 escalones donde se encuentran restaurantes, cafés, galerías de arte, cibercafés y tiendas de artesanías, está dotado de plazoletas además de áreas verdes para la recreación y el descanso.1
Uno de los inconvenientes, que no se tomaron en cuenta para la realización del proyecto de regeneración urbana es mejorar la calidad de vida, mucha gente supone que la iniciativa del Municipio de regenerar el Cerro Santa Ana ha beneficiado a los habitantes del cerro, pero este no es el caso. Existe una marcada segregación entre quienes viven en el lado sur y aquéllos que viven en la falda norte. Más allá de pequeñas mejoras infraestructurales, tales como la construcción de una escalera de cemento y la instalación de sistemas de agua potable, seguridad y alcantarillado, varios cientos de familias que viven en las espaldas del cerro aún no tienen el acceso a las mismas oportunidades para turismo, mejoras de vivienda y legalización de la propiedad que sí han tenido quienes viven en el frente del cerro. De acuerdo a los términos de las ordenanzas de regeneración que gobiernan la cara sur del Cerro Santa Ana, sus residentes han podido legalizar su propiedad al precio gubernamental (algo entre $1 y $2 por metro cuadrado). Haciendo a un lado la provisión de la ordenanza que prohíbe a los Cerreños vender su propia propiedad privada (es decir, beneficiarse del incremento de la plusvalía logrado por la regeneración): Por lo menos el Municipio ha asegurado la permanencia de esos hogares y la residencia en el cerro.3 Esto ha generado un reparto injusto de los recursos económicos.
Los habitantes de la falda norte enfrentan un futuro mucho más ominoso e incierto. Durante décadas han estado trabajando, como una comunidad, para legalizar su propiedad ante el gobierno de la ciudad de Guayaquil; y, en los últimos diez años han enfrentado una creciente hostilidad, complicación e intimidación tanto del Municipio como de la Junta de Beneficiencia.3